El sol despierta inquieto en el este, cubriendo de oro el lienzo del sur. Sus rayos se dejan caer refulgentes sobre cientos de blancos muros, y aquellos rincones que no alcanzan, custodian todo tipo de historias aún sin contar. ¡Cuántos susurros aguardan respuestas! ¡Cuántos besos anhelan volar!
El cálido sosiego del verano andaluz parece ser una llamada a todas esas mujeres que, a través de un abanico y sobre una silla de esparto, deciden observar impávidas cómo la arena baja por el cuello del reloj. Mientras, las buganvillas trepan libremente, tiñendo de magenta esas paredes del color de la cal. Son tantas las flores que, inocentes, desconocen que tras la llegada del otoño otra vida les esperará… Quizás en algún momento las flores olviden su color; o las ancianas, su modo de ver el mundo pasar. Pero mientras, cuando alguien respire hondo bajo la sombra de un olivo andaluz, sin duda pensará, “¡Qué bella es la vida! ¡Qué bello es el sur!”