Y cuando menos lo esperaba, le surgieron alas. Su ser se tornó indomable; sus poros, semejantes a agujeros negros, podían engendrar materia, energía. Frenéticamente emergieron plumas de sus extremidades, y membranas entre sus dedos que redefinieron su tacto. Sus pupilas se expandieron, revelando una percepción sin precedentes. La mirada abarcaba los confines de la luz más remota, y cual polilla ante una lámpara, ella al fin se alzó en vuelo hacia su ansiada libertad. Sus grilletes se desvanecieron, y en el viento, entre el batir de sus nuevas alas, encontró la dicha de volar libremente.