Javi había olvidado completamente la existencia de aquella caja de latón. No sólo estaba cubierta de polvo, sino de capas y capas de recuerdos que poco a poco afloraron de nuevo en su memoria. La caja había sido dejada allí cuando apenas era un niño, en una época en la que su inocencia le permitía creer que su amistad con Carlos sería inquebrantable y que las flores que veía crecer nunca se marchitarían con el tiempo. Javi llevaba una vida adulta satisfactoria, en armonía con su hermoso esposo y unos hijos dotados con unas mentes envidiables. Se consideraba una persona feliz, pero en lo más profundo de su ser anhelaba volver a vivir aquellos tiempos de niñez. Extrañaba aquella sensación de libertad que solía disfrutar cuando tenía siete años, cuando no cargaba con tareas ni responsabilidades. Deseaba poder volver a ser aquel niño despreocupado.
Javi perdió el contacto con Carlos cuando ambos se graduaron. Cada uno tomó caminos diferentes y, aunque prometieron no olvidarse nunca y felicitarse por Navidad anualmente, terminaron convirtiendo esas palabras en meras promesas vacías. Sin embargo, esto no lo atormentaba ya, puesto que Javi seguía adelante con su vida consciente de que lo que importaba no era el pasado, sino lo que aún le quedaba por vivir. Era una perspectiva ciertamente optimista, pero sin duda acertada. No obstante, al desempolvar aquella caja antigua, supo que todos estos pensamientos habían sido ignorados. La mirada de Carlos lo llamaba, pidiéndole que lo buscara de nuevo. Sumido en la curiosidad, Javi decidió seguir esa llamada y buscar a su buen amigo.
En un arrebato de entusiasmo, Javi se armó de coraje y comenzó su viaje. Investigó en internet y, aunque no encontró información relevante acerca de dónde residía actualmente, logró contactar con alguien que quizás conocía su paradero. El hermano mayor de Carlos había sido el primero de su promoción en la universidad, por lo que sus méritos y logros estaban publicados en la red junto a su nombre, su foto y algunos de sus datos. ¡Qué vasto era el mundo digital! Solía admirar a ese chico cuando era niño. Pese a que Carlos disfrutaba molestándole con jugarretas y trucos infantiles, Javi siempre le guardó un gran respeto. En más de una ocasión este había sido el detonante de varios conflictos entre Carlos y Javi, pero siempre pudieron solucionarse dejando al margen a su hermano, quien no les rendía cuenta para nada y se mantenía siempre ajeno de esas “chiquilladas”. Ahora debía de tener casi cincuenta y cinco años, toda una vida ya formada.
Arrancó su coche sin avisar a nadie y se puso en marcha. Después de recorrer unos cuantos kilómetros, llegó finalmente a la oficina donde sabía que trabajaba el hermano de Carlos y preguntó por su dirección actual. Afortunadamente, pudo hablar directamente con él sin tener que acudir a su casa, pero lo que le dijo no fue suficiente. Se sintió algo insatisfecho al enterarse de que Carlos había dejado de hablar con su hermano hace ya varios años. Solían verse ocasionalmente en ciertas comidas navideñas o quizás en alguna otra festividad que requiriera la presencia de toda la familia; pero su hermano no pudo afirmar con certeza dónde residía Carlos en ese momento. Sin embargo, logró contactar a alguien que sí lo sabía: un buen amigo suyo, a quien Javi no conocía, pero en quien supo que podía confiar casi al instante. Este amigo había oído hablar de Javi, ya que fue una figura importante durante la infancia y adolescencia de Carlos. No obstante, le advirtieron que Carlos no estaba pasando por un buen momento y que temían que su reacción al verlo no fuera la adecuada. A pesar de esto, Javi decidió buscarlo en cuanto conoció su dirección. Carlos vivía en un pueblo alejado de la ciudad con la que soñaba cuando era niño, lo cual entristeció un poco a Javi, ya que siempre pensó ingenuamente que había podido alcanzar sus metas.
Llegó finalmente al lugar que buscaba. Había recibido numerosas llamadas de su marido y de su trabajo, pero las había ignorado casi inconscientemente, pues en los últimos días había estado tan inmerso en recuperar su pasado que descuidó involuntariamente su presente. Con nerviosismo, llamó a la puerta, sin saber muy bien qué encontraría al otro lado. Deseaba poder compartir con él el descubrimiento de la antigua caja, hablar sobre su día a día y de cómo el tiempo lo había cambiado. Sin embargo, la persona que lo recibió no era ni de lejos aquel agradable niño a quien alguna vez llamó amigo. Su rostro estaba agotado y había sido marcado por la crueldad de la vida. Ya no quedaba rastro del brillo en sus ojos ni de la efusividad de su voz. Tardó varios segundos en asimilar que, en efecto, eran la misma persona.
Conversaron un rato, y aunque no lo recibió con mala actitud, su vida había tomado un giro sombrío debido a ciertas circunstancias, convirtiendo a Carlos en un hombre de oscuro corazón. Había salido de la cárcel recientemente por razones que no quiso mencionar y apenas podía contar con personas que lo apoyaran. Era triste darse cuenta de que un alma tan brillante como la que tuvo en su infancia, ahora estaba fragmentada de tal modo que sus restos formaron lo que ahora era esta persona. Javi se negaba a pensar que fuera el mismo.
Cuando Javi se acomodó de nuevo en su coche para emprender el trayecto de retorno, se dio cuenta de la multitud de llamadas que había ignorado deliberadamente. Su marido, a quien amaba con todo su ser, estaba enfurecido por su inexplicable ausencia y su jefe no dejaba de preguntarse dónde había estado durante los últimos días. Quizás Javi debió haber reflexionado un poco más antes de arriesgar su presente en busca de rellenar el vacío que su pasado le había dejado.
Tras el viaje, Javi se dio cuenta de que había tratado de remar en contra de la corriente de un río, luchando con la fuerza del agua para regresar a un lugar que ya no existe. Pero ahora, con su esposo, sus hijos, su trabajo… Javi sentía que navegaba en un barco que siempre avanzaba hacia un horizonte lleno de posibilidades. Es precisamente eso un regalo que le es concedido cada día, una oportunidad única de crear nuevos recuerdos, alcanzar metas y disfrutar de la vida en su plenitud. Las fotos de Carlos que guardaba en esa caja no eran más que espejismos que mostraban imágenes distorsionadas por la nostalgia, capaz de nublar visiones y alterar recuerdos. Quizás la dulce sonrisa de Carlos se veía mejor encapsulada tras el plástico de esa fotografía, mientras que, sin duda alguna, la de Javi no podía estar en otro lugar más que en su actual vida, con quienes era realmente feliz.