3o de enero de 2024 – Manifiesto dedicado a todos los centros educativos.

¿Qué espacio hay para un niño en un mundo ensordecido por la discordia? ¿Y para una joven en un planeta en el que las opiniones que difieren provocan guerras y la intolerancia parece más fuerte que la voluntad de entendimiento? No lo hay, ni debería haberlo, precisamente porque somos nosotros los que llevamos a cuestas cientos de sueños, metas y aspiraciones que difícilmente podremos alcanzar si residimos en un entorno fragmentado. Quizás ahora no podemos evitar que sean niños los que paguen por guerras desatadas por otros, pero como generación podemos evitar que en un futuro esto siga ocurriendo. Para ello se debe empezar por algún sitio, y ¿qué mejor que un centro educativo para adquirir los valores necesarios antes de enfrentarnos a la vida? 

Merecemos un lugar en el que únicamente se nos enseñe a luchar por aquello que nos parece injusto, siempre defendiendo una postura que de ningún modo dañe a los demás. Un entorno en el que la luz de nuestra inocencia jamás sea apagada por las sombras de la violencia. Un sitio en el que se rechace la idea de que un niño deba cargar con el peso de un mundo desgarrado por la desconfianza. Debería ser considerado un derecho crecer sin miedo, donde las risas infantiles y la curiosidad ahoguen el estruendo de la crueldad. Del mismo modo, nuestro deber como parte de esa juventud es permanecer siempre al margen de todo conflicto, pues si en lugar de involucrarnos en una situación hostil decidimos denunciarla, con más velocidad podrá llegar a su fin. Cuanto más fuerte resuene nuestra voz, más notorio será el cambio. 

La paz como concepto es un término que existe porque también existe su opuesto, la guerra, la violencia, la hostilidad. Pero la lucha que nos concierne no tiene como propósito conseguir la paz mundial, ni siquiera la paz en nuestros centros, sino simplemente dejar de emplear esa palabra, porque mientras la paz tenga lugar, significará que sus contrarios, en algún otro sitio, también se hallarán. Mientras que, si convertimos lo que ahora consideramos paz en un estado en el que nos encontremos por defecto, el verdadero significado de la palabra cobrará sentido. Un mundo idílico sería aquel en el que la paz fuese la norma, una simple manera de ser. El humano siempre se ha visto enfrentado a otros, y es cierto que tratar de cambiarlo a estas alturas de la historia no es tarea fácil. Sin embargo, si al menos uno de cada tres estudiantes decidiera cambiar a mejor su conducta, este movimiento pacifista que tratamos de poner en marcha habría surgido efecto, porque para lo que estamos hoy aquí es para concienciarnos, para agradecer el entorno en el que tenemos la suerte de crecer y percatarnos de que la única manera de mantenerlo es con un estilo de vida basado en la comprensión. 

¿Cuál ha sido el detonante de conflictos que durante toda la historia se ha mantenido constante? La diferencia. El hombre siempre le ha temido a la oposición, siempre ha rechazado lo que es distinto. Pero en instituciones como nuestros centros, esas distinciones son imperceptibles. ¿Acaso no somos todos diferentes entre sí? No es posible crear grupos minoritarios cuando la diversidad es tan abundante que impide formarlos. Es decir, en un entorno en el que todo tipo de jóvenes conviven por igual, no pueden fijarse reglas para determinar a qué “bando” pertenecería cada uno. Sin duda, la paz que queremos lograr solo florece en terrenos donde se celebra la diversidad, en la que verdaderamente se encuentra la fortaleza. 

Hoy, 30 de enero de 2024, no solo estamos aquí para conmemorar El Día de La Paz, sino para avisar a la ciudad entera de que somos la generación que se niega a aceptar la discordia como destino inevitable, la que entiende que la verdadera revolución comienza en nuestras mentes, en nuestras almas. La rebelión es la esencia de los jóvenes, y como jóvenes que somos es fundamental que mantengamos nuestra voz firme, alta y clara, alzándola contra la injusticia en todas sus formas. Hagamos de nuestros centros el mundo en el que queremos vivir. Quizás algún día, gracias a ello, esto que denominamos paz sea algo más tangible para todos. Pero recordad: la paz comienza en nosotros.