Flota el polvo del poeta 

en la más abyecta oscuridad. 

Ahora una reminiscencia 

lo que solía ser soledad: 

ideas, abstracción, un concepto. 

Las musas no visitan a los necios. 

Pero Erató aguardaba junto al lauda

y a su vera su llanto ahogaba 

que no suena porque no es escuchado

pues su nombre fue enterrado con su autor. 

Sumergido como un ancla en mar profundo

condenado al salitre, desmemoriado.

Su cabello ya no es pelo sino espuma. 

Incluso lo inefable se censura. 

Un poema se esconde para siempre 

en las tinieblas del olvido. 

La poesía ha muerto.