La zanahoria Oriana solía ser feliz, allá donde se sentía abrazada por la tierra húmeda y las demás hortalizas le proporcionaban el calor de un hogar. Pero las frías manos de un despiadado agricultor bajó de golpe a Oriana de la nube de bienestar en la que flotaba.
Estaba atemorizada y su familia no pudo acompañarla durante los duros momentos que vivió mientras era trasladada a su futura pesadilla: el supermercado.
No tenía con quién comunicarse, pues el resto de vegetales hablaban entre sí en una lengua que ella desconocía. Cuando llegó, la colocaron en una estantería junto a cientos de zanahorias idénticas a ella. Todos gritaban despavoridos. Algunos rezaban con desesperación; aquellos con más suerte, trataban de consolar a sus hijos… pero Oriana se encontraba perdida en su propia soledad. Su llanto ahogado se camuflaba entre el bullicio, las personas se llevaban las verduras sin piedad… Apenas quedaron zanahorias al final del día, pues los humanos habían arrasado con cada una de ellas. Sin embargo, Oriana perduró allí, abrumada por el caos hasta que alguien la encontró. Un pequeño gusano –cuya travesía había sido emprendida ya hacía unos días– se presentó ante Oriana dedicándole unas sabias palabras:
– Pequeña, no tengas miedo –dijo el gusanito mientras expulsaba por su boca el humo proveniente de una pipa de las de antaño–. El mundo es bárbaro, debes asumirlo; pronto te acostumbrarás a este lugar. No has de preocuparte ahora por hablar con alguien, ni mucho menos por extrañar a tu familia, ellos ya no están. Céntrate únicamente en sobrevivir.
– ¿Quién eres? ¿Por qué me cuentas esto? –contestó Oriana angustiada. Temblaba con sólo la idea de no volver a ver a sus seres queridos, pero al mismo tiempo le resultaba reconfortante que alguien hubiera decidido tratar de comunicarse con ella al fin.
– Mi nombre es Filo –suspiró–. No sería de mi agrado molestarte, pero creo que mis palabras te serán en un futuro útiles, cuando nada te quede a lo que aferrarte.
– Pero Filo, no quiero que ese futuro llegue jamás. No deseo esta vida. ¡Creo que estoy viviendo en una pesadilla!
– ¿Acaso la vida es algo más que un sueño?
– No lo sé, Filo… ¿Qué es la vida para ti?
–La vida es un frenesí, ¡una ilusión! Es sombra, es ficción… El mayor bien es pequeño, toda la vida es sueño y…
–… los sueños, ¿sueños son? –finalizó Oriana.
– Oh, nunca pensé que una zanahoria habría leído a Calderón de la Barca –comentó el gusano Filo sin mirarla a los ojos.
– Culturilla general, hombre.
– Me has pillado, pequeña zanahoria. No soy un gusano inteligente ni tengo nada sabio que merezca la pena oír. Tan solo soy un anélido desorientado, cuyos pulmones están renegridos por tanto humo; y mi cerebro ya está agotado de buscar el camino de regreso a casa.
– Siento escuchar todo esto, pero… ¿Desde cuándo los gusanos tienen pulmones?
– ¿Y desde cuándo hablan las zanahorias?
Oriana le observó pensativa, tenía asumido que ella podía hablar. ¿Cómo no iba a poder hacerlo?Pero ya habiéndolo dicho, le surgieron algunas dudas.
– ¿Acaso lo hacemos realmente? ¿Acaso somos de verdad seres que experimentan la realidad? ¿O no somos más que estúpidos personajes ficticios que alguien ideó alguna vez?
– ¿De qué estás hablando?
– Filo, la tortura que vivimos no es mera casualidad. Alguien ha decidido que nuestro destino esté marcado, que no seamos capaces de ver caminos diferentes al que quieran que recorramos. Tú y yo estamos aquí, en este preciso instante y lugar, manteniendo esta conversación porque alguien así lo quiso. Ni tú ni yo somos reales, si no, ¿cómo explicas esto?
– ¿Explicar el qué?
– Que una zanahoria y un gusano con complejo de filósofo tengan consciencia de sí mismos, que ambos tengamos sentimientos, un objetivo por el que luchar… que no recordemos nada de nuestra vida más atrás de lo que alguien contó hace unas líneas. ¿No te parece que nuestros personajes tienen un carácter incluso… cómico?
Filo no sabía qué responder. Todo sobre lo que Oriana hablaba, tenía sentido. ¿Cómo no se había dado cuenta antes?
– ¿Me estás diciendo que nuestro sufrimiento es entonces sólo un método de entretenimiento? ¿Que fuimos creados con esa única intención? No puedo creer que alguien pueda ser tan cruel como para reírse de nuestras desgracias.
– Lo que nos ocurre es absurdo y supongo que de esa irracionalidad puede surgir alguna liviana sonrisa…
Ambos parecían haber escuchado la peor noticia de sus vidas. De hecho, es muy probable que esta lo fuera. Nunca habían oído otra.
– Pero entonces… ¿podríamos simplemente olvidarnos de todo para dejar de sufrir? –planteó Filo.
– Siempre y cuando así lo quiera nuestro creador, sí.
– Hagamos como que nada ha ocurrido entonces, ¡démonos la oportunidad de poder ser felices en otra vida! –propuso Filo entusiasmado.
– Creo que será lo mejor para ambos. Filo, fue un placer conocerte. Espero que quien nos creó sea más benévolo la próxima vez que vuelva a otorgarnos una vida.
– Muchas gracias… ¿cuál era tu nombre? Realmente no sé nada de ti. Sólo sentí que, al verte tan sola, debía hablarte.
– ¿Qué más da eso ahora?